El de septiembre de 2013, la Pediatría nacional perdió a uno de sus integrantes notables. Ese día falleció inesperadamente el Dr. José Domingo Gamboa Marrufo.
El doctor Gamboa Marrufo se formó como pediatra en el Hospital Infantil de México, en donde desarrolló una muy destacada trayectoria profesional, fundamentalmente en las áreas relacionadas con la medicina interna infantil; contribuyó de manera importante en la formación de alumnos de pediatría y de especialidades, realizó investigaciones, publicó múltiples artículos, era un pediatra al que le encantaba la enseñanza clínica y constantemente generaba ideas y proyectos. Su personalidad era enérgica, pero siempre dispuesta a enseñar. La discusión médica, su elemento, la realizaba con pasión y defendía sus ideas con un tesón que a veces incomodaba a muchos.
Recorrió por décadas los pasillos del Hospital Infantil Federico Gómez, donde ocupó importantes puestos; esos pasillos y el personal de ese ilustre hospital, sin duda, lo extrañarán. También tuvo importantes responsabilidades, como presidente de la Sociedad Mexicana de Pediatría, en la Asociación Mexicana de Pediatría, en el Consejo Mexicano de Certificación en Pediatría y seguramente hubiese sido electo para ser próximamente el presidente de la Academia Mexicana de Pediatría; fue integrante por muchos años de la Academia Nacional de Medicina.
Cuando muere un profesor del nivel del doctor Gamboa Marrufo, la pérdida para la medicina es tan grande que es difícil de suplir, por poseer ese caudal de conocimientos, convertirse en figura sólida y mantener un entusiasmo como el de los niños a los que él servía. Su creatividad lo condujo a ser un gran personaje de la medicina de México; un verdadero profesor que alcanzó esa cima lograda por pocos: ser un maestro.
El doctor Gamboa Marrufo fue piedra angular en la evolución de la Pediatría nacional y latinoamericana. También fue un modelo para sus alumnos, un sembrador de semillas, que en el futuro habrán de fructificar y que serán la base sólida de una filosofía y tradiciones de una gran escuela, como es el Hospital Federico Gómez.
El doctor Gamboa Marrufo tuvo vocación por la Pediatría y su enseñanza, que resistió la prueba de los años, la fatiga y el desgaste que implica convivir con enfermos y alumnos. Fue un educador, un factor de cambio, una pieza básica en el Hospital Infantil de México; un arquetipo para muchos médicos jóvenes; transmitió valores como la honestidad, el respeto, el trato justo a los demás y la fortaleza para no claudicar antes las tentaciones de la sociedad moderna. Sus enseñanzas no han terminado, pues nos deja grandes recuerdos y su ejemplo de vitalidad, sabiduría, buen humor, rectitud, servicio y amistad.
En su última época se enamoró de la Bioética e intentó iniciar el área de medicina paliativa en su hospital; seguramente, más temprano que tarde, este sueño culminará con la creación de este servicio en el Hospital Infantil de México y con ello se ayudará a los niños con enfermedades incurables y avanzadas.
Me congratulo de haber tenido la fortuna de recibir sus enseñanzas y su amistad transparente que siempre me brindó sin reservas. Al evocar su recuerdo, encuentro paz en la tristeza por su partida, pero a la vez alegría para señalar, como colega y amigo, que su esfuerzo fructificó, convirtiéndolo en digna e indiscutible figura de la tradición del alma mater de la pediatría nacional. Honor a quien honor merece.
Dr. Armando Garduño Espinosa