Dentro de la estrategia de atención médica o quirúrgica de un paciente hospitalizado es muy importante que los médicos estén al pendiente de las condiciones en que se encuentran los padres, los hermanos y otros familiares del niño que están atendiendo.
Es evidente que todos sufren angustia, miedo, dolor emocional, pero también puede ocurrir abandono, descuido y con frecuencia violencia familiar, e incluso, alguna modalidad de maltrato infantil con los menores que se quedan en casa. Independiente del cuidado extremo que se debe tener con un niña o niño hospitalizado, es necesario incrementa la calidez y humanismo que se le puede brindar a la familia.
El Instituto Nacional de Pediatría (INP) es un centro hospitalario de 3er. nivel de atención médica que recibe y atiende pacientes que cursan con enfermedades graves o muy graves, que requieren un mayor tiempo de hospitalización y, por ende, en términos generales, su estancia hospitalaria va a superar los tiempos administrativos esperados. Ello trae como consecuencia que los familiares, en especial los que provienen de entidades federativas fuera de la CDMX, tengan que adaptarse a los cambios en roles, horarios y actividades de la familia.
Habitualmente es la madre quien se queda al cuidado de menor enfermo y el resto de la familia se queda en su lugar de origen, generándose cierto grado de abandono, situación que afecta a la pareja (habitualmente al padre); esta situación genera angustia, depresión, ansiedad y en ocasiones discusiones familiares por decisiones médicas, manejo de gastos o distribución de responsabilidades, lo que puede generar violencia física y/o emocional, todo ello, y lo prolongado de la ausencia, puede dar origen a la separación o el divorcio de los padres. Finalmente, por la larga estancia hospitalaria, la falta de descanso adecuado, el estrés y ansiedad, el sentimiento de culpa, miedo y angustia por el temor a complicaciones, secuelas, o incluso la pérdida del menor, se puede presentar en alguno de los padres, habitualmente en la madre, el fenómeno de fatiga del cuidador.
Por otro lado, lo que ocurre con los hermanos que se quedan en el hogar son la falta de vigilancia física, la diminución del afecto y el desarrollo, en algunos de ellos, de algún grado de abandono, tristeza, enojo, inseguridad o conductas regresivas, como por ejemplo: deserción escolar, rebeldía y eventualmente, consumo de drogas. En algunos casos puede ocurrir alguna modalidad de maltrato infantil, primordialmente abuso psicológico o negligencia. Como consecuencia de lo anterior, y la falta de atención del niño o la niña, estos pueden presentar ansiedad, depresión y en casos extremos, pensamiento o intento suicida.
Considerando el aspecto económico, el médico debe tener presente el costo de la hospitalización, los gastos indirectos como son el transporte diario al hospital, el hospedaje (si es de provincia), los alimentos dentro y fuera de la casa, el cuidado y la atención de los otros hijos. Además, considerar el endeudamiento al recurrir a préstamos con familiares o amigos, uso de tarjetas de crédito o la venta de bienes para cubrir los costos. Así mismo, se debe tener presente la pérdida de ingresos cuando uno o ambos progenitores faltan al trabajo, pues están acompañando al menor enfermo.
Ante este panorama, es muy importante que el médico invierta unos minutos en la atención de la familia de su paciente para enterarse de cómo está la dinámica familiar, el aspecto emocional da cada miembro y la condición económica de la familia. De esta manera, el médico puede solicitar apoyo de otros profesionales de la salud, por ejemplo: Trabajo Social, Salud Mental, Escolaridad, del Área Jurídica. Este accionar da calidad y calidez en la atención médica, situación que los padres nunca olvidarán.
En resumen: la hospitalización de un menor desestabiliza la economía, modifica la vida social y familiar y carga emocionalmente a todos los miembros, lo cual requiere tanto apoyo médico como psicológico y social.
Dr. Arturo Loredo Abdalá
Decano Fundador del Instituto
Nacional de Pediatría