En la actualidad, para el ser humano es cada vez más variada la posibilidad de utilizar sustancias novedosas con un efecto en el organismo en general y el sistema nervioso central en particular, que le llevan a experimentar estados de bienestar, de expansión, de omnipotencia y otros.
Los jóvenes experimentan una serie de cambios estructurales (en el cerebro) y sociales (la comprensión del mundo debido a los cambios referidos), por lo que estas sustancias y sus efectos son altamente valorados como parte de sus procesos de llegada al mundo adulto.
Hoy día, con la difusión de la información de manera explosiva e incontrolada, entre los jóvenes se difunden más fácilmente las posibilidades de sensaciones novedosas con sustancias que se van sintetizando frecuentemente y de las que aún no conocemos del todo sus efectos, pero que rápidamente son superadas por otras aún más novedosas y desconocidas.
Esto nos lleva a la coexistencia de las llamadas “nuevas drogas” con las “viejas drogas” y de las que se supone conocemos todo o al menos mucho más, y, sobre todo, que se hayan vuelto una especie de terreno conocido por los jóvenes para que su consumo no implique misterios, deseos, fantasías. Sin embargo, es necesario dejar claro que esas viejas drogas siguen siendo un problema mayor para el desarrollo de las personas y que sus efectos son, sin duda, mortales para la maduración de quienes las consumen.1 La evidencia nos muestra que el alcohol, la mariguana y su consumo combinado son las sustancias que mayores riesgos conllevan para el desarrollo de los jóvenes,2 siempre en función de los eventos vitales de cada sujeto, sus situaciones de riesgo (es decir, la coexistencia de otros diagnósticos psiquiátricos, como el trastorno de atención)3 y, en fin, el ambiente familiar del que provienen.4
Cuando hablamos de drogas debemos dejar claro que la aproximación debe ser médica, para eliminar connotaciones morales o de juicio de quienes las consumen; entender esto como un problema médico permitirá ser más objetivos en las definiciones y en la comprensión de la problemática a fin de llegar a las posibilidades terapéuticas cuando esto sea posible.
En el consumo de sustancias tóxicas se consideran tres aspectos (eliminando como primer aspecto el concepto drogadicción): el consumo, el abuso y la adicción y en este tercer aspecto consideramos dos procesos fundamentales: los efectos de la tolerancia y el síndrome de supresión.
En la moderna clasificación de los trastornos mentales (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales-DSM 5)5 están enumeradas diez sustancias con efectos posibles de consumo, abuso y adicción (Cuadro 1), incluido el juego de apuestas que comparte características similares con el consumo de otras sustancias.
Estas sustancias pueden ser tan conocidas como la cafeína o el tabaco, o sustancias como la mariguana, el alcohol, la cocaína, algunos medicamentos, sustancias inhalantes, etcétera, que pueden tener diferente efecto y riesgo de daño, según la dosis y la frecuencia de consumo, pero no debemos olvidar que también depende de la integridad previa del sistema nervioso central del sujeto que las consuma porque con cierta frecuencia podemos ver cómo el consumo único de alguna de estas sustancias desencadena cuadros psiquiátricos de muy difícil control y, en ocasiones, sin posibilidades de recuperación.
Las nuevas sustancias de las que se habla se describen en la mayoría de los casos como drogas de diseño (síntesis química específica que busca un efecto concreto) y que, en el momento actual, se desconoce su efecto a largo plazo, pero que empiezan a mostrar efectos espectaculares (por decirlo de alguna manera) en la conducta de quien las consume.6 Cuadro 2
En un país de escaso desarrollo social y económico, las poblaciones de consumidores de estas sustancias no son tan numerosas, dados sus costos; en cambio, el consumo de sustancias como el alcohol, la mariguana, el tabaco y los inhalantes solventes son, por mucho, los que más se consumen; así podemos conocer más de cerca los efectos a corto, mediano y largo plazo de estas sustancias en el cerebro de menores en un proceso de desarrollo activo.
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